29 de junio de 2012

Grupo Sanguíneo;Part3



Me sonrojé. Durante el último mes había estado vacilando entre Barman y Spiderman.
No había forma de admitir aquello.
— ¿No me lo quieres decir? —preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa
terriblemente tentadora.
Negué con la cabeza.
—Resulta demasiado embarazoso.
—Eso es realmente frustrante, ya lo sabes —se quejó.
—No —disentí rápidamente con una dura mirada—. No concibo por qué ha de resultar
frustrante, en absoluto, sólo porque alguien rehusé revelar sus pensamientos, sobre todo
después de haber efectuado unos cuantos comentarios crípticos, especialmente ideados para
mantenerme en vela toda la noche, pensando en su posible significado... Bueno, ¿por qué iba
a resultar frustrante?
Hizo una mueca.
—O mejor —continué, ahora el enfado acumulado fluía libremente—, digamos que una
persona realiza un montón de cosas raras, como salvarte la vida bajo circunstancias
imposibles un día y al siguiente tratarte como si fueras un paria, y jamás te explica ninguna de
las dos, incluso después de haberlo prometido. Eso tampoco debería resultar demasiado
frustrante.
—Tienes un poquito de genio, ¿verdad?
—No me gusta aplicar un doble rasero.
Nos contemplamos el uno al otro sin sonreír.
Miró por encima de mi hombro y luego, de forma inesperada, rió por lo bajo.
— ¿Qué?
—Tu novio parece creer que estoy siendo desagradable contigo. Se debate entre venir o
no a interrumpir nuestra discusión.
Volvió a reírse.
——No sé de quién me hablas —dije con frialdad— pero, de todos modos, estoy segura
de que te equivocas.
—Yo, no. Te lo dije, me resulta fácil saber qué piensan la mayoría de las personas.
—Excepto yo, por supuesto.
—Sí, excepto tú —su humor cambió de repente. Sus ojos se hicieron más inquietantes
—. Me pregunto por qué será.
La intensidad de su mirada era tal que tuve que apartar la vista. Me concentré en abrir el
tapón de mi botellín de limonada. Lo desenrosqué sin mirar, con los ojos fijos en la mesa.
— ¿No tienes hambre? —preguntó distraído.
—No —no me apetecía mencionar que mi estómago ya estaba lleno de... mariposas.
Miré el espacio vacío de la mesa delante de él—. ¿Y tú?
—No. No estoy hambriento.
No comprendí su expresión, parecía disfrutar de algún chiste privado.
— ¿Me puedes hacer un favor? —le pedí después de un segundo de vacilación.
De repente, se puso en guardia.
—Eso depende de lo que quieras.
—No es mucho —le aseguré. El esperó con cautela y curiosidad.
—Sólo me preguntaba si podrías ponerme sobre aviso la próxima vez que decidas
ignorarme por mi propio bien. Únicamente para estar preparada.
Mantuve la vista fija en el botellín de limonada mientras hablaba, recorriendo el círculo
de la boca con mi sonrosado dedo.
—Me parece justo.
Apretaba los labios para no reírse cuando alcé los ojos.
—Gracias.

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29 de junio de 2012

Grupo Sanguíneo;Part3



Me sonrojé. Durante el último mes había estado vacilando entre Barman y Spiderman.
No había forma de admitir aquello.
— ¿No me lo quieres decir? —preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa
terriblemente tentadora.
Negué con la cabeza.
—Resulta demasiado embarazoso.
—Eso es realmente frustrante, ya lo sabes —se quejó.
—No —disentí rápidamente con una dura mirada—. No concibo por qué ha de resultar
frustrante, en absoluto, sólo porque alguien rehusé revelar sus pensamientos, sobre todo
después de haber efectuado unos cuantos comentarios crípticos, especialmente ideados para
mantenerme en vela toda la noche, pensando en su posible significado... Bueno, ¿por qué iba
a resultar frustrante?
Hizo una mueca.
—O mejor —continué, ahora el enfado acumulado fluía libremente—, digamos que una
persona realiza un montón de cosas raras, como salvarte la vida bajo circunstancias
imposibles un día y al siguiente tratarte como si fueras un paria, y jamás te explica ninguna de
las dos, incluso después de haberlo prometido. Eso tampoco debería resultar demasiado
frustrante.
—Tienes un poquito de genio, ¿verdad?
—No me gusta aplicar un doble rasero.
Nos contemplamos el uno al otro sin sonreír.
Miró por encima de mi hombro y luego, de forma inesperada, rió por lo bajo.
— ¿Qué?
—Tu novio parece creer que estoy siendo desagradable contigo. Se debate entre venir o
no a interrumpir nuestra discusión.
Volvió a reírse.
——No sé de quién me hablas —dije con frialdad— pero, de todos modos, estoy segura
de que te equivocas.
—Yo, no. Te lo dije, me resulta fácil saber qué piensan la mayoría de las personas.
—Excepto yo, por supuesto.
—Sí, excepto tú —su humor cambió de repente. Sus ojos se hicieron más inquietantes
—. Me pregunto por qué será.
La intensidad de su mirada era tal que tuve que apartar la vista. Me concentré en abrir el
tapón de mi botellín de limonada. Lo desenrosqué sin mirar, con los ojos fijos en la mesa.
— ¿No tienes hambre? —preguntó distraído.
—No —no me apetecía mencionar que mi estómago ya estaba lleno de... mariposas.
Miré el espacio vacío de la mesa delante de él—. ¿Y tú?
—No. No estoy hambriento.
No comprendí su expresión, parecía disfrutar de algún chiste privado.
— ¿Me puedes hacer un favor? —le pedí después de un segundo de vacilación.
De repente, se puso en guardia.
—Eso depende de lo que quieras.
—No es mucho —le aseguré. El esperó con cautela y curiosidad.
—Sólo me preguntaba si podrías ponerme sobre aviso la próxima vez que decidas
ignorarme por mi propio bien. Únicamente para estar preparada.
Mantuve la vista fija en el botellín de limonada mientras hablaba, recorriendo el círculo
de la boca con mi sonrosado dedo.
—Me parece justo.
Apretaba los labios para no reírse cuando alcé los ojos.
—Gracias.

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