28 de junio de 2012

Las invitaciones; Part2 ~


Y ése fue el último contacto que había tenido con él, aunque todos los días estuviera ahí,
a treinta centímetros. A veces, incapaz de contenerme, le miraba a cierta distancia, en la
cafetería o en el aparcamiento. Contemplaba cómo sus ojos dorados se oscurecían de forma
evidente día a día, pero en clase no daba más muestras de saber de su existencia que las que él
me mostraba a mí. Me sentía miserable. Y los sueños continuaron.
A pesar de mis mentiras descaradas, el tono de mis correos electrónicos alertó a Renée
de mi tristeza y telefoneó unas cuantas veces, preocupada. Intenté convencerla de que sólo era
el clima, que me aplanaba.
Al menos, a Mike le complacía la obvia frialdad existente entre mi compañero de
laboratorio y yo. Noté que le preocupaba que me hubiera impresionado el atrevido rescate de
Edward. Quedó muy aliviado cuando se dio cuenta de que parecía haber tenido el efecto
opuesto. Su confianza aumentó hasta sentarse al borde de mi mesa para conversar antes de
que empezara la clase de Biología, ignorando a Edward de forma tan absoluta como él a
nosotros.
Por fortuna, la nieve se fundió después de aquel peligroso día. Mike quedó
desencantado por no haber podido organizar su pelea de bolas de nieve, pero le complacía que
pronto pudiéramos hacer la excursión a la playa. No obstante, continuó lloviendo a cántaros y
pasaron las semanas.
Jessica me hizo tomar conciencia de que se fraguaba otro acontecimiento. El primer
martes de marzo me telefoneó y me pidió permiso para invitar a Mike en la elección de las
chicas para el baile de primavera que tendría lugar en dos semanas.
— ¿Seguro que no te importa? ¿No pensabas pedírselo? —insistió cuando le dije que no
me importaba lo más mínimo.
—No, Jess, no voy a ir —le aseguré.
Bailar se encontraba claramente fuera del abanico de mis habilidades.
—Va a ser realmente divertido.
Su esfuerzo por convencerme fue poco entusiasta. Sospechaba que Jessica disfrutaba
más con mi inexplicable popularidad que con mi compañía.
—Diviértete con Mike —la animé.
Me sorprendió que al día siguiente no mostrara su efusivo ego de costumbre en clase de
Trigonometría y español. Permaneció callada mientras caminaba a mi lado entre una clase y
otra, y me dio miedo preguntarle la razón. Si Mike la había rechazado yo era la última
persona a la que se lo querría contar.
Mis temores se acrecentaron durante el almuerzo, cuando Jessica se sentó lo más lejos
que pudo de Mike y charló animadamente con Eric. Mike estuvo inusualmente callado.
Mike continuó en silencio mientras me acompañaba a clase. El aspecto violento de su
rostro era una mala señal, pero no abordó el tema hasta que estuve sentada en mi pupitre y él
se encaramó sobre la mesa. Como siempre, era consciente de que Edward se sentaba lo
bastante cerca para tocarlo, y tan distante como si fuera una mera invención de mi
imaginación.
—Bueno —dijo Mike, mirando al suelo—, Jessica me ha pedido que la acompañe al
baile de primavera.
—Eso es estupendo —conferí a mi voz un tono de entusiasmo manifiesto—. Te vas a
divertir un montón con ella.
—Eh, bueno... —se quedó sin saber qué decir mientras estudiaba mi sonrisa; era obvio
que mi respuesta no le satisfacía—. Le dije que tenía que pensármelo.
— ¿Por qué lo hiciste?
Dejé que mi voz reflejara cierta desaprobación, aunque me aliviaba saber que no le
había dado a Jessica una negativa definitiva. Se puso colorado como un tomate y bajó la vista.
La lástima hizo vacilar mi resolución.

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28 de junio de 2012

Las invitaciones; Part2 ~


Y ése fue el último contacto que había tenido con él, aunque todos los días estuviera ahí,
a treinta centímetros. A veces, incapaz de contenerme, le miraba a cierta distancia, en la
cafetería o en el aparcamiento. Contemplaba cómo sus ojos dorados se oscurecían de forma
evidente día a día, pero en clase no daba más muestras de saber de su existencia que las que él
me mostraba a mí. Me sentía miserable. Y los sueños continuaron.
A pesar de mis mentiras descaradas, el tono de mis correos electrónicos alertó a Renée
de mi tristeza y telefoneó unas cuantas veces, preocupada. Intenté convencerla de que sólo era
el clima, que me aplanaba.
Al menos, a Mike le complacía la obvia frialdad existente entre mi compañero de
laboratorio y yo. Noté que le preocupaba que me hubiera impresionado el atrevido rescate de
Edward. Quedó muy aliviado cuando se dio cuenta de que parecía haber tenido el efecto
opuesto. Su confianza aumentó hasta sentarse al borde de mi mesa para conversar antes de
que empezara la clase de Biología, ignorando a Edward de forma tan absoluta como él a
nosotros.
Por fortuna, la nieve se fundió después de aquel peligroso día. Mike quedó
desencantado por no haber podido organizar su pelea de bolas de nieve, pero le complacía que
pronto pudiéramos hacer la excursión a la playa. No obstante, continuó lloviendo a cántaros y
pasaron las semanas.
Jessica me hizo tomar conciencia de que se fraguaba otro acontecimiento. El primer
martes de marzo me telefoneó y me pidió permiso para invitar a Mike en la elección de las
chicas para el baile de primavera que tendría lugar en dos semanas.
— ¿Seguro que no te importa? ¿No pensabas pedírselo? —insistió cuando le dije que no
me importaba lo más mínimo.
—No, Jess, no voy a ir —le aseguré.
Bailar se encontraba claramente fuera del abanico de mis habilidades.
—Va a ser realmente divertido.
Su esfuerzo por convencerme fue poco entusiasta. Sospechaba que Jessica disfrutaba
más con mi inexplicable popularidad que con mi compañía.
—Diviértete con Mike —la animé.
Me sorprendió que al día siguiente no mostrara su efusivo ego de costumbre en clase de
Trigonometría y español. Permaneció callada mientras caminaba a mi lado entre una clase y
otra, y me dio miedo preguntarle la razón. Si Mike la había rechazado yo era la última
persona a la que se lo querría contar.
Mis temores se acrecentaron durante el almuerzo, cuando Jessica se sentó lo más lejos
que pudo de Mike y charló animadamente con Eric. Mike estuvo inusualmente callado.
Mike continuó en silencio mientras me acompañaba a clase. El aspecto violento de su
rostro era una mala señal, pero no abordó el tema hasta que estuve sentada en mi pupitre y él
se encaramó sobre la mesa. Como siempre, era consciente de que Edward se sentaba lo
bastante cerca para tocarlo, y tan distante como si fuera una mera invención de mi
imaginación.
—Bueno —dijo Mike, mirando al suelo—, Jessica me ha pedido que la acompañe al
baile de primavera.
—Eso es estupendo —conferí a mi voz un tono de entusiasmo manifiesto—. Te vas a
divertir un montón con ella.
—Eh, bueno... —se quedó sin saber qué decir mientras estudiaba mi sonrisa; era obvio
que mi respuesta no le satisfacía—. Le dije que tenía que pensármelo.
— ¿Por qué lo hiciste?
Dejé que mi voz reflejara cierta desaprobación, aunque me aliviaba saber que no le
había dado a Jessica una negativa definitiva. Se puso colorado como un tomate y bajó la vista.
La lástima hizo vacilar mi resolución.

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