28 de junio de 2012

Las invitaciones;Part 1 ~



En mi sueño reinaba una oscuridad muy densa, y aquella luz mortecina parecía proceder
de la piel de Edward. No podía verle el rostro, sólo la espalda, mientras se alejaba de mi lado,
dejándome sumida en la negrura. No lograba alcanzarlo por más que corriera; no se volvía por
muy fuertemente que le llamara. Apenada, me desperté en medio de la noche y no pude volver
a conciliar el sueño durante un tiempo que se me hizo eterno. Después de aquello, estuvo en
mis sueños casi todas las noches, pero siempre en la distancia, nunca a mi alcance.
El mes siguiente al accidente fue violento, tenso y, al menos al principio, embarazoso.
Para mi desgracia, me convertí en el centro de atención durante el resto de la semana.
Tyler Crowley se puso insoportable, me seguía a todas partes, obsesionado con compensarme
de algún modo. Intenté convencerle de que lo único que quería era que olvidara lo ocurrido,
sobre todo porque no me había sucedido nada, pero continuó insistiendo. Me seguía entre
clase y clase y en el almuerzo se sentaba a nuestra mesa, ahora muy concurrida. Mike y Eric
se comportaban con él de forma bastante más hostil que entre ellos mismos, lo cual me llevó a
considerar la posibilidad de que hubiera conseguido otro admirador no deseado.
Nadie pareció preocuparse de Edward, aunque expliqué una y otra vez que el héroe era
él, que me había apartado de la trayectoria de la furgoneta y que había estado a punto de
resultar aplastado. Intenté ser convincente. Jessica, Mike, Eric y todos los demás comentaban
siempre que no le habían visto hasta que apartaron la furgoneta.
Me preguntaba por qué nadie más había visto lo lejos que estaba antes de que me
salvara la vida de un modo tan repentino como imposible. Con disgusto, comprendí que la
causa más probable era que nadie estaba tan pendiente de Edward como yo. Nadie más le
miraba de la forma en que yo lo hacía. ¡Lamentable!
Edward jamás se vio rodeado de espectadores curiosos que desearan oír la historia de
primera mano. La gente lo evitaba como de costumbre. Los Cullen y los Hale se sentaban en
la misma mesa, como siempre, sin comer, hablando sólo entre sí. Ninguno de ellos, y él
menos, me miró ni una sola vez.
Cuando se sentaba a mi lado en clase, tan lejos de mí como se lo permitía la mesa, no
parecía ser consciente de mi presencia. Sólo de forma ocasional, cuando cerraba los puños de
repente, con la piel, tensa sobre los nudillos, aún más blanca, me preguntaba si realmente me
ignoraba tanto como aparentaba.
Deseaba no haberme apartado del camino de la furgoneta de Tyler. Esa era la única
conclusión a la que podía llegar.
Tenía mucho interés en hablar con él, y lo intenté al día siguiente del accidente. La
última vez que le vi, fuera de la sala de urgencias, los dos estábamos demasiado furiosos. Yo
seguía enfadada porque no me confiaba la verdad a pesar de que había cumplido al pie de la
letra mi parte del trato. Pero lo cierto es que me había salvado la vida, sin importar cómo lo
hiciera, y de noche, el calor de mi ira se desvaneció para convertirse en una respetuosa
gratitud.
Ya estaba sentado cuando entré en Biología, mirando al frente. Me senté, esperando que
se girara hacia mí. No dio señales de haberse percatado de mi presencia.
—Hola, Edward —dije en tono agradable para demostrarle que iba a comportarme.
Ladeó la cabeza levemente hacia mí sin mirarme, asintió una vez y miró en la dirección
opuesta.

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28 de junio de 2012

Las invitaciones;Part 1 ~



En mi sueño reinaba una oscuridad muy densa, y aquella luz mortecina parecía proceder
de la piel de Edward. No podía verle el rostro, sólo la espalda, mientras se alejaba de mi lado,
dejándome sumida en la negrura. No lograba alcanzarlo por más que corriera; no se volvía por
muy fuertemente que le llamara. Apenada, me desperté en medio de la noche y no pude volver
a conciliar el sueño durante un tiempo que se me hizo eterno. Después de aquello, estuvo en
mis sueños casi todas las noches, pero siempre en la distancia, nunca a mi alcance.
El mes siguiente al accidente fue violento, tenso y, al menos al principio, embarazoso.
Para mi desgracia, me convertí en el centro de atención durante el resto de la semana.
Tyler Crowley se puso insoportable, me seguía a todas partes, obsesionado con compensarme
de algún modo. Intenté convencerle de que lo único que quería era que olvidara lo ocurrido,
sobre todo porque no me había sucedido nada, pero continuó insistiendo. Me seguía entre
clase y clase y en el almuerzo se sentaba a nuestra mesa, ahora muy concurrida. Mike y Eric
se comportaban con él de forma bastante más hostil que entre ellos mismos, lo cual me llevó a
considerar la posibilidad de que hubiera conseguido otro admirador no deseado.
Nadie pareció preocuparse de Edward, aunque expliqué una y otra vez que el héroe era
él, que me había apartado de la trayectoria de la furgoneta y que había estado a punto de
resultar aplastado. Intenté ser convincente. Jessica, Mike, Eric y todos los demás comentaban
siempre que no le habían visto hasta que apartaron la furgoneta.
Me preguntaba por qué nadie más había visto lo lejos que estaba antes de que me
salvara la vida de un modo tan repentino como imposible. Con disgusto, comprendí que la
causa más probable era que nadie estaba tan pendiente de Edward como yo. Nadie más le
miraba de la forma en que yo lo hacía. ¡Lamentable!
Edward jamás se vio rodeado de espectadores curiosos que desearan oír la historia de
primera mano. La gente lo evitaba como de costumbre. Los Cullen y los Hale se sentaban en
la misma mesa, como siempre, sin comer, hablando sólo entre sí. Ninguno de ellos, y él
menos, me miró ni una sola vez.
Cuando se sentaba a mi lado en clase, tan lejos de mí como se lo permitía la mesa, no
parecía ser consciente de mi presencia. Sólo de forma ocasional, cuando cerraba los puños de
repente, con la piel, tensa sobre los nudillos, aún más blanca, me preguntaba si realmente me
ignoraba tanto como aparentaba.
Deseaba no haberme apartado del camino de la furgoneta de Tyler. Esa era la única
conclusión a la que podía llegar.
Tenía mucho interés en hablar con él, y lo intenté al día siguiente del accidente. La
última vez que le vi, fuera de la sala de urgencias, los dos estábamos demasiado furiosos. Yo
seguía enfadada porque no me confiaba la verdad a pesar de que había cumplido al pie de la
letra mi parte del trato. Pero lo cierto es que me había salvado la vida, sin importar cómo lo
hiciera, y de noche, el calor de mi ira se desvaneció para convertirse en una respetuosa
gratitud.
Ya estaba sentado cuando entré en Biología, mirando al frente. Me senté, esperando que
se girara hacia mí. No dio señales de haberse percatado de mi presencia.
—Hola, Edward —dije en tono agradable para demostrarle que iba a comportarme.
Ladeó la cabeza levemente hacia mí sin mirarme, asintió una vez y miró en la dirección
opuesta.

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